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    Cardenal Parolín: “Juan Pablo II, apasionado amor a Cristo e incansable servicio a la paz”

    Al cumplirse 20 años del fallecimiento del pontífice polaco, el secretario de Estado del Vaticano presidió la misa en honor al Papa, cuya enseñanza principal fue ser "profeta de la paz".

    03 de abril de 2025 - 03:00
    Cardenal Parolín: “Juan Pablo II, apasionado amor a Cristo e incansable servicio a la paz”
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    A 20 años del fallecimiento de san Juan Pablo II, este miércoles 2 de abril, el secretario de Estado de la Ciudad del Vaticano, cardenal Pietro Parolín, presidió la misa en la basílica de San Pedro en honor al pontífice "peregrino de la paz".
    La Eucaristía fue concelebrada por varios cardenales, numerosos obispos y sacerdotes. Participó la primera ministra italiana Giorgia Meloni, junto con varias autoridades de gobierno.
    En la homilía, el cardenal Parolín recordó que el Papa San Juan Pablo II fue un "enamorado de Jesucristo". "Él consideró el misterio de la Encarnación como el centro de la historia universal, tanto que exclamó en la primera homilía de su pontificado: '¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!... Sólo Cristo sabe lo que hay en el hombre'; y esta sólida convicción le permitió dirigirse no sólo a los fieles católicos, sino también a los pueblos y a los gobiernos, para que fueran conscientes de sus responsabilidades en la defensa de la justicia, de la dignidad de la persona humana, de la paz". 
    Recordó también uno de los rasgos principales de su enseñanza, "ser profeta de paz", y los numerosos llamados proféticos a la paz, sus apasionadas exhortaciones, sus iniciativas diplomáticas para intentar hasta el final evitar las guerras y su incansable servicio a la paz".
    "Y así hasta los momentos finales de su vida, cuando ya era evidente la fragilidad de sus fuerzas físicas, y aunque muchos de sus llamados y advertencias desgraciadamente no fueron escuchados, como sucede incluso con los grandes profetas", manifestó el purpurado.

    Un abrazo al mundo entero
    Asimismo mencionó el testimonio sólido y vivo del Papa polaco, a quien "podemos dirigirnos como intercesor para recibir la gracia divina que hoy necesitamos. Gracia para el camino de la Iglesia, gracia para la salvación de todos los seres humanos. Gracia para reconstruir continuamente la paz en las naciones y entre ellas, para que vuelva a tener sentido hablar de 'familia de pueblos', como lo hizo aquel santo Pontífice abrazando en el amor al mundo entero".
    Del viacrucis a la última bendición silenciosa
    El Secretario de Estado recordó aquel viacrucis del Viernes Santo en el Coliseo, "con la oración de la multitud acompañada por la imagen del Papa abrazando la cruz en su capilla", hasta su aparición en la ventana que da a la plaza "para una bendición pascual ahora sin palabras".
    Finalmente, la espera, junto a toda la Iglesia y gran parte de la humanidad "del encuentro de nuestro querido Papa con el Señor, que tuvo lugar al atardecer, en la víspera del Domingo de la Misericordia". 
    Y luego una afluencia "creciente, imparable, inimaginable, llena de afecto y de gratitud de multitudes que habían llegado a Roma para el último adiós terrenal a su gran Pastor, multitudes aún más numerosas, que se habían unido a él en la oración, en su prolongada enfermedad, en solidaridad con el sufrimiento del mundo, mientras él se encomendaba con confianza a los brazos del Padre misericordioso".

    Una vida bajo la mirada y protección de Dios
    El cardenal italiano hizo mención a la última composición poética de Wojtyla, el Tríptico Romano de 2003, del cual destacó cómo el Papa polaco contempló y leyó "toda la realidad, desde la creación hasta el juicio, a la luz de la mirada de Dios, como visión de Dios". "No hay duda de que toda su vida y su misión se desarrollaron en total y continua transparencia ante los ojos de Dios. Por eso sentía que no tenía nada que ocultar y no tenía miedo de la mirada de los hombres", enfatizó.
    "Aquí -subrayó- reside ciertamente uno de los fundamentos de la extraordinaria valentía y de la constancia del testimonio de fe de Juan Pablo II ante los hombres, en toda situación, a lo largo de su vida y durante la excepcional duración de su pontificado. Él nunca buscó agradar a los hombres sino a Dios. Él vivió ante sus ojos".

    Su salvación por intercesión de la Divina Providencia
    "El Papa Wojtyla -aseguró el Secretario de Estado- se reconoció llamado por Dios a la existencia y al servicio del pontificado, pero también asistido y protegido por Él de manera extraordinaria", como con motivo del atentado en la Plaza de San Pedro, cuando, según anotó en su testamento: 'La Divina Providencia me salvó milagrosamente de la muerte... Él mismo prolongó esta vida para mí, en cierto modo me la devolvió. Desde este momento, le pertenece aún más".
    (AICA)

     

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