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    Kieslowski y su cine de dolorosa humanidad

    Entre páginas y pantallas

    24 de mayo de 2025 - 18:30
    Kieslowski y su cine de dolorosa humanidad
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    El 14 de agosto de 1980 un grupo de empleados del astillero Lenin de Gdansk o Danzig, provincia de Pomerania, el mayor puerto de Polonia, comenzaron una huelga que se extendió espontáneamente a otros astilleros. En ese marco se constituyó un sindicato clandestino con el nombre de Solidaridad. El principal dirigente era Lech Walesa, quién años después, en la década del ´90 fue presidente de Polonia.
    Los obreros planteaban demandas laborales, además, los motivaba cuestionamientos políticos a un régimen que dependía de la Unión Soviética. La protesta fue conjuraba por el gobierno, deteniendo a los dirigentes que la encabezaban, pero las demandas quedaron intactas y el Sindicato fue adquiriendo paulatinamente mayor poder.
    Andrzej Wajda, era un director polaco que desde la década del ´50 venía desarrollando una carrera muy valorada con, entre otras películas, “Cenizas y diamantes” (1956) sobre el drama de la guerra y “Sin anestesia” (1978) un acercamiento al periodismo y la política con planteamientos éticos hacia la libertad de expresión. 
    Wajda un año después de los acontecimientos del levantamiento en los astilleros, realizó “El hombre de hierro” utilizando un personaje de ficción, pero reflejando buena parte de la historia real. Antes, en 1977 con “El hombre de mármol”, aludió a un ficticio albañil que, anticipándose a Solidaridad, encabeza una revuelta en procura de mejoras laborales en Nowa Huta, un barrio de Cracovia que fuera pensado como una ciudad independiente.
    En ese contexto, Krzysztof Kieslowski llevó a la pantalla un guion firmado por él y Krzysztof Piesiewicz (que a partir de este film se convirtió en guionista de casi todas las películas posteriores de Kieslowski), “Sin final” (1985). En el inicio del film, Ursula, la protagonista interpretada por Grazyna Szapolowka, se ve conmovida cuando entre sueños siente la presencia de su marido recientemente muerto. Éste era un abogado que se encargaba de pleitos laborales. Joanna (Maria Paukins), la mujer de Antok (interpretado por el notable actor Jerzy Radziwilowicz, que había sido el protagonista de “El hombre de mármol” y “El hombre de hierro”) un sindicalista de Solidaridad la contacta para recabarle documentación que el esposo de Ursula mantenía vinculado con la causa de Antok, que estaba preso por su actuación sindical. 
    Ursula le recomienda a Joanna a Mieczyslaw Labrador (Aleksander Bardini), un abogado amigo de su marido que había defendido a presos políticos en la época stalinista, para que continuara con la causa de su marido. La película avanza paralelamente con las instancias judiciales del sindicalista detenido y los avatares psicológicos de Ursula que no puede superar la congoja en la que se ha sumido por la muerte de su esposo.
    Ursula, una mujer joven y agraciada, madre de un niño, se siente alterada por el recuerdo de su esposo, apartándose de la realidad y se encierra en si misma alejándose de la vida social. Así, se vuelve presa de una dependencia metafísica que la coarta y la somete a un desvarío que será fatal.
    Kieslowski estrenó esta película el 17 de junio de 1985 (hace cuarenta años) ubicando la acción en el curso de la Ley Marcial que el gobierno de la República Popular de Polonia estableció y que rigió la vida social y política de ese país entre fines de 1981 y julio de 1983. El film, finalmente, constituyó una inflexión en su carrera. 
    La mirada poética, contemplativa y de elevado espíritu sumado a una significativa dosis de religiosidad (católica) de Kieslowski es volcada con calidez y eficacia en la película. La opresión que sufre a la protagonista es paralela a la sujeción política que la sociedad soporta. Los silencios, en muchos casos, simbólicos afirman la introspección y el análisis personal. Con mucho de filosofía y contenido humano, el director consigue una de sus obras mayores, si bien al haberse filmado en Polonia y antes de su posterior carrera en Francia, es una de las películas injustamente menos recordadas.
    La colaboración entre Kieslowski y Piesiewicz configuró a partir de allí varias películas que hicieron del director uno de los mayores más reverenciados del cine. En Polonia, una serie de diez películas de medio metraje (de una hora de duración) pensadas para ser exhibidas en la televisión “El Decálogo” (1988) sobre los mandamientos de la religión cristiana. A propósito, Kieslowski ha dicho “¿Por qué no tratamos de ver cómo los Diez Mandamientos funcionan en la actualidad, cuál es nuestra actitud hacia ellos”
    Años después, “La doble vida de Verónica” (1991) ganadora del Premio del Jurado de Cannes, con la admirable actuación de Irène Jacob, sobre dos mujeres que, viviendo en dos ciudades distantes (en Polonia y en Francia) mantienen un contacto fantástico con iguales pasiones y dolencias físicas.
    Entre 1993 y 1994 estrena la trilogía de los colores. Las películas “Azul”, “Blanco” y “Rojo”, vinculadas con los colores de la bandera francesa. Las historias se relacionan con las consignas de la revolución francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Aborda el pasado y las imperfecciones de las relaciones humanas en películas fortalecidas por los guiones y las actuaciones de notables actores y actrices.
    Así en “Azul”, Juliette Binoches ganó dos premios de Venecia, entre otros premios. Además, Kieslowski obtuvo en ese Festival el León de Plata. “Blanco” contó con la participación de Julie Delpy, y el director fue premiado con el Oso de Plata en el Festival de Berlín. “Rojo”, fue nominada al Golden Globe como mejor película en idioma extranjero y a tres Oscars (Kieslowski, mejor director; Kieslowski y Piesiewicz, mejor guion y Piotr Sobocinski como mejor fotografía). Irène Jacob y Jean-Louis Trintignant fueron los protagonistas.
    Kieslowski con su mirada personal y compasiva conformó un estudio del alma humana en sus películas. Sus personajes, sobre todo en la recordada “Sin final” y en la Polonia de los años setenta y ochentas, carentes de libertades y destinos personales, se desenvuelven en vidas afligidas y desalentadas. La poesía que emana de sus películas hace de ellas el rescate de lo más profundo de la condición humana.

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    Gustavo Labriola
    Gustavo Labriola

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